Se estaba acercando el cumpleaños nro. 9 de Julián y el quería hacer un festejo distinto a todo el resto de sus amigos. Algunos habían festejado con partido de futbol, o rugby, otros habían preferido un día de juegos en la plaza, las nenas habían elegido fiesta de disfraces.
Julián quería hacer algo diferente a todos, pero no sabía bien que preparar y le consultó a su prima Agustina que era mayor que él. Agustina pensó en una fiesta original, y distinta. Sabía que a Julián le gustaba mucho bailar, hacer acrobacias, y la música en general, así que le propuso armar un concurso de baile, por equipos. Cada equipo debía elegir una coreografía, una canción y la tía de Julian y su abuelo serían el jurado. El equipo que mejor bailara ganaría más premios.
Al día siguiente Julián fue al colegio muy contento anunciando en su clase el festejo de su cumpleaños. La noche anterior se había quedado preparando las invitaciones con su prima, eligiendo la música y pensando en que piruetas realizar. Al tocar el timbre del primer recreo Julián reunió a todo la clase y repartió las invitaciones explicando de que se iba a tratar la fiesta. La mayoría de los niños se quedaron cayados, y solo María y Brisa exclamaron: "Qué divertido!".
Pasaron los días, y cada compañero, uno por uno le iba diciendo a Julian que no podían asistir a su fiesta. Uno tenía otro cumpleaños, el otro tenía que estudiar o asistir a un evento familiar. Algunos no dijeron nada, pero tampoco confirmaron.
Julián estaba muy triste, no podía entender que había sucedido con sus amigos, que siempre festejan todos los cumpleaños con mucha alegría y entusiasmo. Al llegar a su casa, luego de la última clase, Julián se fue a su cuarto casi sin merendar. Entró y cerró la puerta, no quería que ni su prima ni su abuelo notaran que él estaba muy triste.
Mientras tanto, en el colegio, habían quedado varios de los niños en una clase de ajedrez después de hora. Empezaron a hablar de la fiesta de cumpleaños de Julian pero ninguno se animaba a decir lo que realmente les pasaba o sentían, porque varios no querían asistir.
Era momento de ayuda para los niños!: Alesia, Dipy, Nupi, Midy, Marcus y Dalia, los duendes y hadas de las emociones, estaban disponibles para ayudarlos a poder expresar y escucharse con sinceridad y atención.
Alesia entró por la ventana y posando sobre el hombro de una de las niñas le dijo: "Que lindo que tienen un cumpleaños para compartir con amigos! todas las celebraciones son bienvenidas!". Dipy, sumó su comentario exclamando: "Además las fiestas son divertidas y emocionantes!!!!, nosotros podremos ir?"
Nupi advirtió una rara sensación y también comentó: "No ven que los chicos no están ni contentos ni divertidos ni alegres?, no se dan cuenta que algo sucede!?". Alesia, Nupi y Dipy empezaron a discutir y hablar cada vez mas fuerte sin escucharse, algunos niños se empezaron a enojar, otros comenzaron a llorar. El patio del colegio se había vuelto caótico y los chicos estaban cada vez mas tristes, enojados, y repetían que no iban a ir al cumple de Julian.
Por suerte, Marcus, temeroso y casi en silencio, suspiró: "Y si el problema no es el cumple de Julian?, que pasaría si Julian hiciera otro tipo de festejo, como un partido de futbol, un picnic, o un par de juegos y una merienda en la plaza....". Los niños en seguida comenzaron a calmarse y afirmaron que irían a ese tipo de eventos. Dalia se animó a preguntar: "Qué sienten con el cumple que Julian pensó?, no les divierte?, no les gusta esa forma de festejo?"
Mucho de los niños pudieron manifestar que no les gustaba bailar en publico, mucho menos armar equipos de competencia, que tenían mucha verguenza por eso no iban a asistir. Algunas de las chicas también acotaron que si bien bailar era divertido, les provocaba bastante miedo pensar en realizar piruetas y acrobacias junto con coreografías que no conocían.
Finalmente los duendes y haditas ayudaron a los niños a conversar con Julian acerca de sus miedos, la verguenza que sentían al pensar en exponer sus bailes y la tristeza por decepcionar a Julian en su fiesta de cumpleaños. Julian los escuchó, pudo entenderlos y cambió alguna de las pautas para que todos los niños puedan asistir y se sintieran contentos de compartir con él ese momento.
El cumple pasó, la fiesta fue un éxito, y todos los niños y niñas pudieron bailar, cantar, jugar y divertirse con alegría y emoción.