Adela y Matias eran amigos desde muy pequeñitos. Vivían en una de las esquinas más hermosas del pueblo, ya que junto a sus casas había un árbol, que todas las primaveras regalaba flores multicolor con pétalos muy variados.
Adela había venido al pueblo cuando tenía 2 años, y desde el día que llegó lo espiaba a Matias mientras jugaba en su jardín con su perro Pastor. La ventana del cuarto de Adela daba justo al patio trasero de Matias, por eso Adela sabía todos sus pasos.
Matías nació en el pueblo, su familia era una de las familias más antiguas del lugar. Matias tenía muchos amigos, a medida que fue creciendo fue conociendo a todos los chicos de la cuadra, del vecindario y del pueblo.
Un día, Adela estaba aburrida, mirando como Mati jugaba, y él la vió, la saludo y le pidió a su mamá que la invitara a jugar con el. A partir de ese día Adela y Matias nunca más se separaron.
Pasaron los años, Matias y Adela eran casi como hermanos, si bien tenían otros amigos, ellos dos eran inseparables. Estudiaban, cocinaban, jugaban, siempre juntos. Adela era compañera y amiga de Nina y Estela, así que también pasaba tiempo con ellas. Cuando salían del colegio, las tres niñas pasaban por la pastelería de Graciela y disfrutar de algún rico bocado, o algún licuado frutal.
Era viernes, Adela estaba muy cansada de toda la semana escolar y llegaba a su casa dispuesta a molestar a su vecino para hacer algún plan divertido para la tarde. Cuando estaba a media cuadra lo vió a Matias, junto al árbol de la esquina: "Mati que haces aca?, justo estaba pensando en invitarte a casa a jugar un rato". Matias estaba raro, callado, con la mirada inquieta. "Hola Ade como estas?, vine porque tengo que hablar con vos, quiero contarte algo muy importante...". En ese momento Matias saco una lonita que extendió en el piso, un chocolate y un termo con te caliente. Adela y Matias se sentaron.
Matias le contó a Adela que había llegado el día tan esperado por su familia. Desde hacía varios años los papás de Matias habían solicitado un trabajo muy importante al otro lado de la ciudad, y aunque sabían que era muy difícil de conseguir, nunca habían perdido la esperanza. Matías hablaba y Adela lo miraba sin pestañar. Matias estaba contento, el sabía que esta situación era muy buena para su familia y para él, iban a vivir en un campo, con una casa hermosa, a cargo de una fábrica muy importante, la más grande de la ciudad, y Matias aprendería sobre animales que era lo que más le gustaba investigar en su vida, él sabía que quería ser veterinario rural así que esta era una oportunidad muy grande!.
Terminó el relato y le preguntó a Adela que pensaba: "Ade, somos amigos desde muy pequeños, por eso quería contarte esto primero a vos, porque aunque estoy muy contento, una parte de mi corazoncito sabe lo mucho que te voy a extrañar". Adela lo miró, agarró sus manos y le dijo: "Mati, entiendo lo importante que es esto para vos, y yo te quiero muchísimo por eso me pone muy feliz esta oportunidad". Claro que te voy a extrañar!!!!, sos mi mejor amigo!, pero cada vez que te extrañe vendré aquí y regaré nuestro árbol, como símbolo de nuestra amistad.
Matias y Adela se abrazaron fuerte fuerte y Mati le pidió a su amiga que más tarde le ayude a armar parte de sus bolsos. Adela agarró el termo y sirvió dos tasas de te, partiendo el chocolate que Matias había traído: "Primero merendemos, luego te ayudo." Matias sonrió y por un segundo miró por arriba del árbol, sabía que allí estaban sus amigos eternos, Vainilla y Chocolate, acompañándolo en este momento que había sido tan importante para él.
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